Tener un día para recordar la violencia y discriminación en contra de la mujer es quizá uno de los pocos ‘caballos de batalla’ que le queda a este género, históricamente golpeado, maltratado, burlado e irrespetado.
He visto de todo. Mujeres víctimas de violencia intrafamiliar y sexual, agredidas por sus parejas, desplazadas, acosadas en sus trabajos, obligadas a prostituirse, atacadas con ácido e incluso abuso a menores.
También conocí de cerca embarazos producto de violación y abortos forzados. Mujeres víctimas del conflicto armado, agresiones a transexuales y hasta lesbianas, como la reciente perla del honorable padre de la patria desconociendo la dimensión y el placer del sexo entre ellas.
En este contexto, dos cosas me preocupan. La primera de ellas es que a pesar de las campañas y de los miles de casos que existen sobre maltrato a la mujer, la cifra ‘pica y se extiende’, en Barranquilla y en todo el país. La segunda, tiene que ver con el hecho de que el único modo de hacer la lucha directa a esta problemática es denunciando y, de eso, muy poco. Ser asesinadas, rechazadas, señaladas, nuevamente violadas o que el atacante reincida en caso de que viva en el mismo hogar, hacen parte de la lista de razones por las que las mujeres prefieren no hacerlo. Y hasta entendible, puede llegar a ser.
Sólo por mencionar una de las pocas estadísticas que existe sobre el tema, dadas a conocer por la Red de Mujeres contra la Violencia: en el 2012, en el Atlántico se han presentado 30 casos confirmados de maltrato violento y feminicidios, 19 de ellos en el Distrito de Barranquilla.
Por eso me quito el sombrero y profeso total admiración a Jineth Bedoya, subeditora judicial de EL TIEMPO, quién a pesar de haber sido maltratada, en su cuerpo y en su espíritu, tuvo el valor de gritarle al mundo que fue secuestrada, torturada y violada por tres hombres, el 25 de mayo del año 2000.
12 años han pasado de este terrible momento, que recuerda Jineth como si fuera ayer, y su caso sigue en la impunidad. Muy a pesar, esta guerrera convirtió su desafortunado incidente en su proyecto de vida, liderando la campaña ‘No es hora de callar’. Mostrando su testimonio en todos los escenarios posibles e invitando a las mujeres a denunciar.
“La voluntad es la base de lo que uno puede hacer en la vida. Soy víctima y lo he asumido como una responsabilidad y obligación con las mujeres que no pueden hablar, que no tienen apoyo, o recursos para hacer conocer sus casos”, dice a gritos Jineth Bedoya.
Creo que nadie que no viva de cerca una experiencia como la del maltrato, violencia o violación podría entenderlas. Incluso resulta irrespetuoso sentar cátedra o juzgar, por qué las mujeres no denuncian sus casos.
Lo cierto es que no es un problema de ellas sino también de nosotros, abuelos, padres, esposos, hijos, primos, tíos y sobrinos. No es un tema de género, aquí lo que importa es que, a pesar de lo trillado del cliché, a la mujer ni con el pétalo de una rosa.
* Periodista, docente y redactor de la Casa Editorial El Tiempo. Texto publicado inicialmente en su columna semanal ‘Entre andamios’, en el diario ADN de Barranquilla.
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