
El canal TCM, especializado en clásicos de cine y televisión, prepara la sexta edición del ciclo ’50 películas que deberías ver antes de morir’. La novedad es que 20 de los filmes serán seleccionados por los fans del canal en Facebook a través de esta aplicación.
La votación estará abierta hasta este 15 de octubre y vale la pena hacer el ejercicio. Si tus favoritas no resultan seleccionadas, en el proceso podrías descubrir algún título interesante y verlo por tu cuenta. Y si lo anterior no te motiva, todavía te queda la opción de criticar el diseño o la funcionalidad de la aplicación de Facebook o de tomar alguna idea de ella.
En este blog ya hemos hablado de cine. Hace algún tiempo @tattta25 nos compartió un post con Películas que todo periodista debería ver, y nuestro autor invitado Leonardo Rúa escribió una entrada titulada Lo que aprendí del Bang Bang Club.
Como las listas y sugerencias están a la orden del día, quisiera concentrarme en otro aspecto: por qué ver las películas sin compañía. No espero que compartan mis argumentos, pero les aseguro que todos han sido rigurosamente comprobados.
- No hay que negociar: Puedes ver el género que quieras, a la hora que quieras y en el lugar que quieras. Nadie te mirará con cara de gato de Sherk para que dejes tu selección y te inclines por la suya. Ni tendrás que soportar una película que no quieres por no herir los sentimientos de alguien más. Podrán decirme que esto último se puede solucionar diciendo que no, pero cuando otros recurren a la democracia como método para elegir una película, es de muy malos perdedores no aceptar la decisión.
- Dobletes o tripletas: Una película tras otra. Tu decides cuándo es suficiente.
- Parar la reproducción o salirte de la sala: Si la película no te gusta no estás obligado a terminarla. No destrozarás el corazón de nadie al dejar el filme sin concluir ni pasaras un mal rato viendo algo que no te agrada.
- Silencio, divino tesoro: No corres el riesgo de perderte un detalle o un diálogo por atender un comentario de tu acompañante.
- Cambiarte de lugar: Si estás en cine y tienes cerca a un niño que no para de hablar o a un grupo de esos adultos que no aprendieron a guardar silencio, puedes levantarte y cambiarte de lugar. Esta opción siempre es más simple cuando estás solo.
- Emociones sin explicación: Puedes llorar o reír en el momento en que te plazca y no tienes que justificar tus emociones ante nadie.
- Concentrarte en los detalles: Al volver el cine un acto puramente egoísta, del que dejas por fuera todas las consideraciones hacia un tercero, puedes concentrarte en cada detalle de la película, recorrer paisajes inhóspitos, meterte en la piel de los personajes, enfrentar con ellos tus prejuicios o temores e incluso replantearte algunas acciones.
- Aprender a narrar mejor: Una de las tareas frecuentes encomendada por los profesores, cuando se estudia periodismo, es ir a cine o alquilar una película para tomar de esa historia en pantalla grande o chica las narraciones sucesivas de escenas. Y qué mejor aprendizaje de narración que viendo una película sin compañía: como estarás más concentrado en los detalles, estarás prestándole más atención a la estructura. Se detallará mejor cómo ese director planteó el inicio, el nudo y el desenlace.
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«¿Por qué, en general, se rehuye a la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismo»: Carlo Dossi.