Por @kpdelahoz
Olvídate de las cartas de recomendación, un posible empleador jamas llegará a ellas si no ha encontrado algo internaste en tus perfiles de redes sociales. Tus títulos, cursos, seminarios y talleres tampoco serán de gran utilidad si no demuestras en unos cuantos posts todo lo que has aprendido en ellos. Y ese párrafo denso en el que te esfuerzas por resumir tus habilidades no es tan importante como la biografía de tu cuenta en Twitter o tus últimos trinos.
La historia que viene a continuación es real y me sucedió hace dos años. Una entrevista informal para un trabajo convencional giró de repente hacía una propuesta muy atractiva de empleo. Pocos minutos después de salir de la oficina de mi posible empleador este me llamó por teléfono.
- ¿Eres la que aparece en Facebook con unas florecitas detrás?
- Sí, soy yo.
- Ok, hablamos después.
La historia es tan corta que si tratará de escribir una moraleja, esta última sería más larga que la conversación, así que solo agregaré una pregunta: Si el último ítem a considerar para darte el empleo de tu vida fueran tus publicaciones en Facebook, ¿lo obtendrías?
Nota 1: Nunca, nunca, nunca enviar una hoja de vida sin los enlaces a tus perfiles sociales, y, por supuesto, no publicar estupideces en ellos.
Nota 2 (cortesía de @OmarCampo): Si el objetivo de mis cuentas es darme a conocer, mostrarle al mundo mis capacidades, es un contrasentido que mis perfiles estén bloqueados o que mis tweets no estén a la vista de todo aquel que se pueda interesar en ellos.
Ñapa:
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